De nuevo el Año Nuevo

El año nuevo no me gusta; por el contrario, me estresa.
Me estresan las supersticiones... que los doce granos de uvas, los calzones amarillos (que, de acuerdo a recientes declaraciones de mi padre, TIENEN que ser regalados), la escoba detrás de la puerta, los no sé cuántos kilos de sal escondidos (mi mamá un año hizo esto y después se le olvidó dónde cresta había puesto las bolsas, ¡regio!), el anillo de oro en la copa de champagne, la maleta y la vuelta a la manzana (que ya no me acuerdo si era CON maleta o SIN ella), las lentejas, etc., etc., etc.
Me estresa llegar a la casa de mis papás (donde generalmente paso las doce) y ver que todos están recién bañados y peinados como si fueran a un evento de importancia sin igual en un hotel capitalino... me estresan los fuegos artificiales porque cuando chico me quemaron con uno y me dejaron un hoyo en la manga de mi camisa amasada recién estrenada (sí, cuando chico era tradición familiar usar ropa nueva pal año nuevo... y, como podrán ver, mi malacue comenzó en aquellos años). Pero, lejos, lo que más me estresa de las doce de la noche del día 31 de diciembre es la infaltable cuenta regresiva y la consiguiente interpretación del himno nacional. Es gracioso ver cómo, cuando el locutor (vestido también de forma impecable) llega al FELIZ AÑO NUEVO!! después de haber cantado a viva voz los cinco segundos anteriores (lo que no puede dejar de recordarme a la nunca bien ponderada lotería playera), las tías presentes en la celebración familiar tratan de comer lentejas, uvas, tomar champagne, subirse a la silla, agarrar la escoba, esconder la sal y revisar si es que se acordaron de ponerse el churrín amarillo, ¡Todo esto al mismo tiempo! ¡Es odioso!
¿Y después? Los abrazos. Abrazos que, por esas wevadas raras de la vida, terminas de dar por allá por el diez de enero, cuando esa tía que no ves nunca llega de visita a la casa... No es que no me guste abrazar a la gente, pero para el 31 de diciembre tienes que abrazar a TAL cantidad de seres vivos, que cuando vas por el quinto abrazo el ala ya está más mojada que calzoncillo de cartero... y no es nada de agradable tener que abrazar a las vecinas por debajo de las pechugas para que no se den cuenta de que el "lalito" tiene la hiperhidrosis a full... ja ja ja...
En fin... el comienzo de este año fue, gracias a Dios, distinto. Por esas circunstancias raras del destino, yo figuraba cepillándome los dientes cuando empezaron a darse los abrazos, así es que, por lo menos, me libré de las supersticiones, de la cuenta regresiva y del champañazo guateado de mi padre (jamás he visto en la casa de mis papás que un corcho de champagne salga de su sitio a las doce en punto... ja ja ja ja)... Obviamente no me libré de los abrazos moja'os ni de los infaltables jits del evento, llámense El Galeón Español, La Peineta y Un Año Más... pero, dentro de todo, lo pasé bastante bien... estuve con la gente que más quiero y eso es siempre bueno...
¿Será este un indicio de que mi malacue cambiará durante el 2008? En realidad, ahora que lo pienso un poco más, quizás debería haberme comido esos doce granitos de uva que mi tía me ofreció sonrisa en rostro...
Sea como sea, ¡Feliz año para todos!